En pocas ocasiones palabras tan
manidas como las de genio, leyenda o icono cobran verdadero significado al
recordar la figura de Johan Cruyff, fallecido este Jueves 24 de Marzo a la
edad de 68 años. Con el adiós de Cruyff el luto inunda el deporte y el fútbol
mundial, pero afecta de forma muy especial al FC Barcelona, en donde se ha
había convertido por méritos propios en una figura trascendental de su
historia.
'El Flaco' llegó al Camp Nou en la
temporada 1973/74 como una superestrella, todo un triple ganador del Ballon
D’Or. Aquel holandés venía de hacer historia con el AFC Ajax, donde levantó
tres Copas de Europa consecutivas. Era el Ajax de Johan Neeskens, Ruud Krol o
Johnny Rep, pero sobre todo era el Ajax de Cruyff y
Rinus Michels, el técnico que moldeó un conjunto y un estilo de juego que
dejaría su impronta en la historia del fútbol.
Aquel Ajax es el germen del Barcelona
que alcanzó la cima europea por primera en 1992 con Cruyff en el banquillo, o
del que se instaló como referencia mundial con Pep Guardiola, Xavi Hernández,
Andrés Iniesta o Lionel Messi. Desde aquellos años 70, Johan Cruyff ha sido el
protagonista e hilo conductor de esta transformación.
Su impacto en la Ciudad Condal a
mediados de los 70 fue inmediato, logrando en su primera campaña el ansiado
título de Liga que el club azulgrana llevaba más de una década sin lograr.
Su presencia cambió la mentalidad de un equipo venido a menos ante el dominio de su eterno rival, como demostró en el mítico 0-5 que endosó al Real Madrid CF el 17 de febrero de 1974. No volvió a levantar un título con el Barcelona hasta su última temporada como jugador azulgrana con la Copa del Rey 1977/78, pero la huella que dejó en el césped todavía perdura a día de hoy.
Su presencia cambió la mentalidad de un equipo venido a menos ante el dominio de su eterno rival, como demostró en el mítico 0-5 que endosó al Real Madrid CF el 17 de febrero de 1974. No volvió a levantar un título con el Barcelona hasta su última temporada como jugador azulgrana con la Copa del Rey 1977/78, pero la huella que dejó en el césped todavía perdura a día de hoy.
A partir de entonces y con el paso de
los años, la estrella de Cruyff fue brillando con menos fuerza, pero recuperaría
todo su vigor en los años 80 y 90, cuando ya como entrenador recuperó su idilio
con todos los amantes al fútbol gracias a un fútbol ofensivo, en ocasiones
suicida, que acabó dando los mejores frutos posibles. Fue el Barcelona del
3-4-3, de las cuatro ligas consecutivas, de la magia y los pases sin mirar de
Michael Laudrup, de la furia y la velocidad de Hristo Stoichkov, de los goles
de Romario y el gol de falta de Ronald Koeman en la prorroga de la final de
Wembley.
En sus ocho años en el banquillo del
Camp Nou ahí estuvo Johan, con su larga gabardina sobre los hombros y el
chupa-chups en la boca. Siempre inconfundible, genio fuera y dentro del terreno
de juego, de fuerte carácter. Así era la personalidad de una figura capital en
el historia del Barcelona, un club que no estaría (ni sería) lo que es hoy de
no ser por la figura de un flaco holandés instalado para siempre en el Olimpo
del fútbol mundial.